A menudo, en el mundo de las religiones, sobre todo las
monoteístas, se dice que la “divinidad”, “Dios”, es indefinible –en algunas,
incluso, irrepresentable-, a pesar de su existencia. ¿Pasará algo parecido
cuando hablamos de nacionalismo o de nación?
Muchos historiadores, politólogos y científicos sociales han intentado
desde el siglo XIX dar una respuesta. Sin nos acercamos a muchos de estos
autores, como Ernest Renan, Eric Hobsbawm o E. Gellner, podríamos concluir que
definir el significado de nación o nacionalismo es harto imposible; y -en
palabras de Renan- se presta a los más
peligrosos equívocos. O el mismo José Mª Gil-Robles hijo, que nos dice que encontrar una definición pacífica y
comúnmente aceptada (…) es prácticamente imposible.
Realizando una perspectiva histórica, la noción que la
sociedad actual adquiere para estos conceptos, se fragua en los últimos
doscientos años. Hablamos pues, en el sentido que la definen Hobsbawm y
Gellner, sobre Nación Moderna. Coincido en la dificultad de definir la nación.
¿Dónde empieza y dónde acaba? ¿Quién otorga los parámetros de la nacionalidad?
¿El nacionalismo es dado por la nación, o sucede a la inversa? ¿La nación es
una realidad cultural, social, lingüística, histórica? Hoy, cuando viajamos y
respondemos a la pregunta sobre de dónde somos o cuál es nuestra nacionalidad,
concretamos con la adscripción de un país –o dos si tenemos doble nacionalidad-,
es decir, estamos adscritos a una realidad territorial, dentro de unas
fronteras. Por ejemplo, si yo viajo al Reino Unido y me preguntan: “Where are
you from?”, sin pensar responderé: “Spain”, y mi homólogo rápidamente sabrá
donde situarme en el mapa. Con esto quiero decir que la nacionalidad, brazo
identitario del individuo perteneciente a un país, y por ende, a la nación; en
la mayoría de casos se adscribe a unas fronteras físicas de un territorio
concreto. Aun así la identidad no siempre es clara, y dependiendo de la
realidad concreta de cada país, la respuesta puede estar, digamos,
especificada. Por ejemplo mi amigo Marc. Si él se encontrara en la misma
situación que yo, aclararía que es de Catalunya, es decir, que la respuesta
“Spain” es un genérico, para que el otro se sitúe. A la inversa, en el caso
británico, podríamos encontrar la situación en la que el visitante anglosajón
aclare que es de Inglaterra, Escocia, Gales o Irlanda del Norte. Sin embargo a
un francés no le sucedería, es francés y punto. Puede aclararte de qué lugar de
Francia, como “Bretagne” o “La Normandie”, pero no aclarará que es normando o
bretón, simplemente es francés. Lo mismo nos sucede con otros muchos europeos,
o americanos.
Por tanto regresamos al punto en el cual nos vemos en la
necesidad de definir qué es una nación. Renan, en su conferencia de 1882
“Qu’est-ce que c’est une nation?”, dice que la nación es un resultado histórico
de hechos convergentes. Al mismo tiempo, Gellner nos indica que es un fenómeno y
construcción de la contemporaneidad, a fin de cuentas, su hijo. Por lo tanto,
creo que debiéramos considerar que la nación es un artificio fruto del
imaginario colectivo, tras la imposición de una élite, para controlar a una
población.
F. Xavier Guerra, sobre el fenómeno en América,
diferencia a ésta de Europa en la construcción de la nación en un punto. En
América primero aparece la Nación y luego el brazo ideológico, el nacionalismo.
En Europa el echo está invertido, primero se arma la ideología y ésta lleva a
la consecución de la Nación. Personalmente, creo que el objetivo en ambos casos
viene a ser el mismo, y que la forma sea una u otra se debe al contexto
histórico.
En Europa existían unas realidades pre-nacionales en el
siglo XIX, América Latina carecía de ellas durante las emancipaciones e
independencias, y cuando se consumó la inevitable destrucción del antiguo
Imperio Hispánico, los nuevos ciudadanos debieron organizar unos límites
primigenios, que como hoy sabemos, irían variando –aumentando y disminuyendo- a
lo largo de los años posteriores. Y de aquí surge la ideología, los mitos
nacionales se van conformando, pero la nación ya está constituida. A pesar de
todo ello, he dicho ya que el resultado final es el mismo: el control de la
población.
Entonces, ¿Qué es, pues, una nación? Simplemente lo
contrario a todo aquello que creemos que es, es decir, no es una cultura, una
lengua o un pasado común. Una nación es aquello que un grupo de individuos
acepta que es, hoy consolidada en Francias, Catalunyas o Noruegas; pero, ¿Quién
sabe? Quizás mañana seamos de nuevo siervos del Rey de Ruritania o el Barón
Rampante, o simplemente respondamos con la frase de aquel anuncio de una
conocida marca de refrescos: -“¿Y tú de quién eres? –Yo de Kas naranja”.
Iván Garnelo Morán
*Artículo para la asignatura del Grado en Història-UAB: "Nacions i nacionalismes a l'època contemporània" Curso 2015-2016
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