Los
debates historiográficos, debido a los cambios disciplinarios de las últimas
décadas, se encuentran en plena ebullición. Sin embargo, todos estos debates
son ajenos a la sociedad. La historiografía es la ciencia histórica, las
corrientes que analizan y explican los hechos históricos de la historia humana.
Y es una cuestión importante, es importante sacar el debate a la calle, lejos
del mundo académico que lo monopoliza constantemente. Entender la
Historia, nuestra historia, nos puede ayudar a comprender los retos de la
sociedad actual, las dificultades a las que el mundo, intensamente globalizado
e interconectado, se enfrenta.
Está
claro que los historiadores no somos adivinos o profetas, nuestro trabajo se
centra en explicar por qué han sucedido las cosas y cómo repercuten en la
sociedad, mediante el uso del método hipotético-deductivo, o lo que es lo
mismo, el método científico. Las corrientes historiográficas en las que nos
vamos inscribiendo son tendencias sobre las cuales tendemos a dar más peso a
unos factores que a otros, siempre mediante la argumentación y las pruebas
documentales y/o arqueológicas. Hoy, estas corrientes se están transformando,
la historiografía marxista ha perdido fuelle en frente de la historiografía
conceptual o la etnográfica. Esto como gran cambio en la tendencia de las
últimas décadas.
Frente
a esto, la presencia del humanismo va perdiendo fuelle, ha pasado a un segundo
plano; olvidando que fue el humanismo el que sacó la cultura fuera de los muros
monásticos, quien puso las primeras piedras para que, con el tiempo, el saber,
la información, la cultura de otros tiempos, fuera extensible a todas las capas
sociales. Pero a pesar de todo, parece ser que el conocimiento se vuelve
estanco, reducido a círculos académicos cerrados. La interconexión y la
transversalidad entre los diferentes ámbitos humanistas están completamente
rotas. ¿A caso los historiadores nos atrevemos a entrar en los debates sobre
las nuevas corrientes filosóficas? ¿O qué sucede cuando sabemos que la RAE
incluye nuevos vocablos, y el debate se reduce solo a los ámbitos filológicos
hispanos?
No
entramos aquí, del mismo modo que el mundo filosófico, geográfico o filológico, en cuestiones historiográficas (que no históricas). Sin embargo, el
golpe más duro vino cuando se produjo una separación de facto entre historiografía y arqueología, haciendo cada uno su
camino después de siglos caminando juntos.
Estoy
de acuerdo que la diversificación nos ha permitido ahondar más en cuestiones
concretas, sin embargo, esta diversificación ha traído consigo la desconexión
dentro del humanismo, o mejor dicho, en todo el ámbito científico.
Estas
brechas entre disciplinas también han afectado a la historiografía, a sus
corrientes, que lejos de interconectarse, se van difuminando. Historiar es complicado,
cada día más debido a los retos archivísticos que se nos van presentando (El
estado español niega el acceso a fuentes documentales, lo que impide conocer
testimonios de personas que ya no caminan entre nosotros), pero se nos une le
obstáculo de la diversificación historiográfica, en la que las tendencias,
lejos de encontrar puntos en común, se van esparciendo más en el
espacio-tiempo.
El
reto de los nuevos historiadores es, o bien continuar diversificando más, o
bien ralentizar esta diversificación al ritmo que tendemos puentes entre
nosotros, y los tendemos hacia el resto de disciplinas humanísticas, buscando
siempre el quid pro quo.
Iván
Garnelo Morán
No hay comentarios:
Publicar un comentario